jueves, 23 de diciembre de 2010

FELIZ NAVIDAD Y FELIZ 2011



Hemos aprendido
a volar como los pájaros,
a nadar como los peces;
pero no hemos aprendido

el sencillo arte
de vivir como hermanos.

Martin Luther King

lunes, 6 de diciembre de 2010

Salmo inicial, poema de J. María Valverde




Señor, no estás conmigo aunque te nombre siempre.

Estás allá, entre nubes, donde mi voz no alcanza,
y si a veces resurges, como el sol tras la lluvia,
hay noches en que apenas logro pensar que existes.

Eres una ciudad detrás de las montañas.

Eres un mar lejano que a veces no se oye.

No estás dentro de mí. Siento tu negro hueco
devorando mi entraña, como una hambrienta boca.

Y por eso le nombro, Señor, constantemente,
y por eso refiero las cosas a tu nombre,
dándoles latitud y longitud de Ti.

Si estuvieras conmigo yo hablaría de cosas,
del cielo, de la brisa, del amor y la pena.

Como un feliz amante que dice solo: «Mira
qué pájaro, qué rosa, qué sol, qué tarde clara»,
y vierte así en la luz de los nombres su amor.

Pero no. Tú me faltas. Y te nombro por eso.

Te persigo en el bosque detrás de cada tronco.

Te busco por el fondo de las aguas sin luz.

¡Oh cosas, apartaos, dadme ya su presencia
que tenéis escondida en vuestro oscuro seno!

Marcado por tu hierro vago por las llanuras
abandonado, inútil, como una oveja sola...

Hombre de Dios me llamo. Pero sin Dios estoy.



A D. José María Valverde, mi profesor de Filosofía, que amaba la poesía y me contagió. Desde entonces sufro del mal de la lírica sin remedio, sin cura.¡¡¡ Ojo con el amor!!!!

Gracias mi querido maestro.





















miércoles, 10 de noviembre de 2010

Gitanjali 24, de Rabindranath Tagore

  Si se ha acabado el día,
si ya no cantan los pájaros,
si el viento rendido ha flojeado,
cúbreme bien con el manto de la sombra,
como has cerrado tiernamente las hojas del loto
desfallecido en el crepúsculo.
¡Quítale la vergüenza y la pobreza al caminante
que ha vaciado su alforja antes de acabar el viaje,
que tiene roto y empolvado su vestido,
cuya fuerza está exhausta;
renueva su vida, como una flor,
bajo el manto de la noche misericordiosa!

viernes, 8 de octubre de 2010

El nombre más hermoso...



En el mundo indígena, uno de los principios que constituyen el universo es el dolor. Sin embargo, los ojos de ese pueblo penetran en esta realidad sin miedo y la transforman en algo sublime.
Un guerrero miró a su hija recién nacida.
Tan hermosa le parecía que no encontraba un nombre apropiado para ella. Todos le sabían a poco.
Al fin decidió buscar lo más valioso del mundo y tomarlo como nombre para su primogénita.
Salió muy temprano, cuando aún era oscuro y pensó:
- Podría llamarla Silencio, pues es hermosísimo.
Pero comenzó el amanecer y el guerrero detuvo sus pasos y dijo:
- No, la llamaré: Aurora.
Decidió caminar unas millas más y el día avanzaba mientras a lo largo de su camino el guerrero pensaba en llamar a su hija Luz, Nieve, Flor, Cielo…
Y así recorrió grandes distancias y consultó a muchos hombres instruidos, hasta que finalmente encontró al más sabio de los hombres, que le dijo:
- Tras esta montaña encontrarás a un pastor muy sencillo. Acércate a su casa, espera allí y verás lo más valioso del mundo.
Apostado junto a unas rocas el guerrero esperó el momento fijando su mirada en la entrada de la casa.
Al cabo de unos momentos se abrió la puerta y apareció una niña. El guerrero sintió un escalofrío.
La pequeña estaba cubierta de lepra.
En unos instantes, tras la curva del camino, se escuchó la voz del pastor llamando a su hija.
El guerrero vio cómo padre e hija se abrazaban y cubrían de besos. Y así, volviendo a su casa con lágrimas en los ojos, se dijo:
- La llamaré Heoma-nae-sàn (Amor en el dolor).

"Bienaveturados los misericordiosos porque ellos alcazarán misericordia".
Mateo 5: 1-12

martes, 28 de septiembre de 2010

Cosecha de dulzura, de Rabindranath Tagore





Ahora que muere mi juventud, mi vida es como una fruta, como una fruta a la que nada le sobra y anhela darse de una vez, con su carga completa de dulzura.
No quiero amor que no sabe dominarse, de ese que como el vino parte de su vaso, espumoso, y se derrama, y se desperdicia en un momento.
Dame ese amor fresco y puro como tu lluvia, que bendice la tierra sedienta y colma las tinajas del hogar.
Amor que cale, bajando hasta su centro, la vida, y allí se extienda, como savia invisible, hasta las ramas del árbol de la existencia, y haga nacer las flores y los frutos.

"Bendice, alma mía, al Señor, y bendiga todo mi ser su santo nombre"
Salmo 103:1.



viernes, 3 de septiembre de 2010

Miedo a vivir, poema de Carmen Sampedro



Es invierno y llueve.
La espiga duerme el secreto del pan
que un día el hombre repartirá.
Pan para todos, sueña la espiga,
pan de igualdad y de justicia.
Es invierno, llueve muerte y hambre.
Es lo que el hombre reparte
más muerte y más hambre.
El miedo a vivir no cuenta
como cuenta un muerto
pero mata lento, lento.
Es invierno y entre la niebla
se pasean los espectros.
Todo lo llena la muerte
sin que la espiga lo sepa.
Ella sueña con el pan
que a los hombres dará fuerza.
Entre niebla el pensamiento
sepultado queda
y el hombre con sus cenizas
alumbra la tierra.
¿Cuándo pasará este invierno
y llegará la primavera?
"Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida."
Juan 8:12


lunes, 31 de mayo de 2010

sábado, 24 de abril de 2010

Espigas, poema de Federico García Lorca


El trigal se ha entregado a la muerte.
Ya las hoces cortan las espigas.
Cabecean los chopos hablando
con el alma sutil de la brisa.

El trigal sólo quiere silencio.
Se cuajó con el sol, y suspira
por el amplio elemento en que moran
los ensueños despiertos. El día.
ya maduro de luz y sonido,
por los montes azules declina.

¿Qué misterioso pensamiento
conmueve a las espigas?
¿Qué ritmo de tristeza soñadora
los trigales agita...?

¡Parecen las espigas viejos pájaros
que no pueden volar!
Son cabecitas,
que tienen el cerebro de oro puro
y expresiones tranquilas.

Todas piensan lo mismo,
todas llevan
un secreto profundo que meditan.
Arrancan a la tierra su oro vivo
y cual dulces abejas del sol, liban
el rayo abrasador con que se visten
para formar el alma de la harina.

¡Oh, qué alegre tristeza me causáis,
dulcísimas espigas!
Venís de las edades más profundas,
cantasteis en la Biblia,
y tocáis cuando os rozan los silencios
un concierto de liras.

Brotáis para alimento de los hombres.
¡Pero mirad las blancas margaritas
y los lirios que nacen porque sí!
¡Momias de oro sobre las campiñas!
La flor silvestre nace para el sueño
y vosotras nacéis para la vida.

domingo, 11 de abril de 2010

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DÁNOSLE HOY

domingo, 28 de marzo de 2010

La plegaria a un labrador, de Víctor Jara

Levántate y mira la montaña,
de donde viene el viento, el sol y el agua.
Tú, que manejas el curso de los ríos,
tú, que sembraste el vuelo de tu alma.

Levántate y mírate las manos.
Para crecer estréchala a tu hermano,
juntos iremos unidos en la sangre.
Hoy es el tiempo que puede ser mañana.

Líbranos de aquél que nos domina en la miseria.
Tráenos tu reino de justicia e igualdad.
Sopla como el viento la flor de la quebrada.
Limpia como el fuego el cañón de mi fusil.

Hágase por fin tu voluntad aquí en la tierra.
Danos tu fuerza y tu valor al combatir.
Sopla como el viento la flor de la quebrada.
Limpia como el fuego el cañón de mi fusil.

Levántate y mírate las manos.
Para crecer estréchala a tu hermano,
juntos iremos unidos en la sangre,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén. Amén. Amén

sábado, 13 de marzo de 2010

¿Qué es tu vida, alma mía?, poema de Miguel de Unamuno

¿Qué es tu vida, alma mía?, ¿cuál tu pago?,
¡Lluvia en el lago!
¿Qué es tu vida, alma mía, tu costumbre?
¡Viento en la cumbre!

¿Cómo tu vida, mi alma, se renueva?,
¡Sombra en la cueva!,
¡Lluvia en el lago!,
¡Viento en la cumbre!,
¡Sombra en la cueva!

Lágrimas es la lluvia desde el cielo,
y es el viento sollozo sin partida,
pesar, la sombra sin ningún consuelo,
y lluvia y viento y sombra hacen la vida.

lunes, 1 de marzo de 2010

Esta iglesia no tiene lampadarios, poema de Pablo Neruda

Esta iglesia no tiene lampadarios votivos,
no tiene candelabros ni ceras amarillas,
no necesita el alma de vitrales ojivos
para besar las hostias y rezar de rodillas.

El sermón sin inciensos es como una semilla
de carne y luz que cae temblando al surco vivo:
el Padre-Nuestro, rezo de la vida sencilla,
tiene un sabor de pan frutal y primitivo...

Tiene un sabor de pan. Oloroso pan prieto
que allá en la infancia blanca entregó su secreto
a toda alma fragante que lo quiso escuchar...

Y el Padre-Nuestro en medio de la noche se pierde,
corre desnudo sobre las heredades verdes
y todo estremecido se sumerge en el mar.

viernes, 19 de febrero de 2010

Un Padrenuestro Latinoamericano, poema de Mario Benedetti

Padre nuestro que estás en los cielos,
con las golondrinas y con los misiles,
quiero que vuelvas antes de que olvides
cómo se llega al sur de Río Grande.

Padre nuestro que estás en el exilio,
casi nunca te acuerdas de los míos,
de todos modos, dondequiera que estés,
santificado sea tu nombre
no quienes santifican en tu nombre
cerrando un ojo para no ver las uñas sucias de la miseria.

En junio de mil nueve setenta y cinco
ya no sirve pedirte venga a nos el tu reino,
porque tu reino también está aquí abajo,
metido en los rencores y en el miedo,
en las vacilaciones y en la mugre,
en la desilusión y en la modorra,
en este ansia de verte pese a todo.

Cuando hablaste del rico, la aguja y el camello
y te votamos todos, por unanimidad, para la gloria,
también alzó la mano el indio silencioso
que te respetaba pero se resistía a pensar hágase tu voluntad.
Sin embargo una vez cada tanto
tu vountad se mezcla con la mía,
la domina, la enciende ,la duplica,
más arduo es conocer cuál es mi voluntad
cuando creo de veras lo que digo creer,
así en tu omnipresencia como en mi soledad,
así en la tierra como en el cielo,
siempre estaré más segura de la tierra que piso
que del cielo intratable que me ignora.

Pero, quién sabe, no voy a decidir
que tu poder se haga o se deshaga.
Tu voluntad igual se está haciendo en el viento,
en el Ande de nieve,
en el pájaro que fecunda a su pájara,
en los cancilleres que murmuran "Yes sir",
en cada mano que se convierte en puño.

Claro, no estoy segura si me gusta el estilo
que tu voluntad elige para hacerse;
lo digo con irreverencia y gratitud,
dos emblemas que pronto serán la misma cosa.
Lo digo, sobre todo, pensando en el pan nuestro de cada día
y de cada pedacito de día.
Ayer nos lo quitaste, dánosle hoy.
O al menos el derecho de darnos nuestro pan,
no sólo el que era símbolo de algo,
sino el de miga y cáscara,
el pan nuestro.

Y ya que nos quedan pocas esperanzas y deudas
perdónanos, si puedes, nuestras deudas,
pero no nos perdones la esperanza;
no nos perdones nunca nuestros créditos.
A más tardar mañana saldremos a cobrar a los fallutos,
tangibles y sonrientes forajidos.
A los que tienen garras para el arpa.
Poco importa que nuestros acreedores perdonen
así como nosotros, una vez, por error,
perdonamos a nuestros deudores.
Todavía nos deben como un siglo de insomnios y garrote,
como tres mil kilómetros de injurias,
como veinte medallas a Somoza,
como una sola Guatemala muerta.

Y no nos dejes caer en la tentación
de olvidar o vender este pasado,
o arrendar una sola hectárea de su olvido,
ahora que es la hora de saber quiénes somos
y han de curzar el río el dolar y su amor contra-reembolso
arráncanos el alma el último mendigo
y líbranos de todo mal de conciencia.
Amén.

jueves, 4 de febrero de 2010

Ritmo de Otoño, poema de Federico García Lorca

El otoño ha dejado ya sin hojas los álamos del río.
El agua ha adormecido en plata vieja al polvo del camino.
Los gusanos se hunden soñolientos en sus hogares fríos.
El águila se pierde en la montaña;
el viento dice: Soy eterno ritmo.
Se oyen las nanas a las cunas pobres,
y el llanto del rebaño en el aprisco.
La mojada tristeza del paisaje enseña
como un lirio las arrugas severas que dejaron
los ojos pensadores de los siglos.
Y mientras que descansan las estrellas
sobre el azul dormido, mi corazón ve su ideal lejano y pregunta:
¡Dios mío!
Pero,
Dios mío, ¿a quién? ¿Quién es Dios mío?
¿Por qué nuestra esperanza se adormece
y sentimos el fracaso lírico
y los ojos se cierran comprendiendo todo el azul?
Sobre el paisaje viejo y el hogar humeante
quiero lanzar mi grito,
sollozando de mí como el gusano deplora su destino.
Pidiendo lo del hombre,
Amor inmenso y azul como los álamos del río.
Azul de corazones y de fuerza, el azul de mí mismo,
que me ponga en las manos la gran llave que fuerce al infinito.
Sin terror y sin miedo ante la muerte,
escarchado de amor y de lirismo,
aunque me hiera el rayo como al árbol
y me quede sin hojas y sin grito.
Ahora tengo en la frente rosas blancas y la copa rebosando vino.
 
Extracto de “Ritmo de Otoño” 1920

martes, 26 de enero de 2010

Ausencia de Dios, poema de Mario Benedetti

Digamos que te alejas definitivamente
hacia el pozo de olvido que prefieres,
pero la mejor parte de tu espacio,
en realidad la única constante de tu espacio,
quedará para siempre en mí, doliente,
persuadida, frustrada, silenciosa,
quedará en mí tu corazón inerte y sustancial,
tu corazón de una promesa única
en mí que estoy enteramente solo sobreviviéndote.

Después de ese dolor redondo y eficaz,
pacientemente agrio, de invencible ternura,
ya no importa que use tu insoportable ausencia
ni que me atreva a preguntar si cabes
como siempre en una palabra.

Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche
desgarradoramente idéntica a las otras
que repetí buscándote, rodeándote.
Hay solamente un eco irremediable
de mi voz como niño, esa que no sabía.

Ahora qué miedo inútil, qué vergüenza
no tener oración para morder,
no tener fe para clavar las uñas,
no tener nada más que la noche,
saber que dios se muere, se resbala,
saber que dios retrocede con los brazos cerrados,
con los labios cerrados, con la niebla,
como un campanario atrozmente en ruinas
que desandara siglos de ceniza.

Es tarde. Sin embargo yo daría
todos los juramentos y las lluvias,
las paredes con insultos y mimos,
las ventanas de invierno, el mar a veces,
por no tener tu corazón en mí,
tu corazón inevitable y doloroso
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.

domingo, 17 de enero de 2010

Nana de la cebolla, poema de Miguel Hernández

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar
cebolla y hambre.

Una mujer morena
resuelta en lunas
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete niño
que te traigo la luna
cuando es preciso.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.

viernes, 8 de enero de 2010

El pan nuestro, poema de César Vallejo

Se bebe el desayuno... Húmeda tierra
de cementerio huele a sangre amada.
Ciudad de invierno... La mordaz cruzada
de una carreta que arrastrar parece
una emoción de ayuno encadenada!

Se quisiera tocar todas las puertas,
y preguntar por no sé quién; y luego
ver a los pobres, y, llorando quedos,
dar pedacitos de pan fresco a todos.
Y saquear a los ricos sus viñedos
con las dos manos santas
que a un golpe de luz
volaron desclavadas de la Cruz!

Pestaña matinal, no os levantéis!
¡El pan nuestro de cada día dánoslo,
Señor...!

Todos mis huesos son ajenos;
yo talvez los robé!
Yo vine a darme lo que acaso estuvo
asignado para otro;
y pienso que, si no hubiera nacido,
otro pobre tomara este café!
Yo soy un mal ladrón... A dónde iré!

Y en esta hora fría, en que la tierra
trasciende a polvo humano y es tan triste,
quisiera yo tocar todas las puertas,
y suplicar a no sé quién, perdón,
y hacerle pedacitos de pan fresco
aquí, en el horno de mi corazón...!


Dice el Señor Jesús:“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).

jueves, 7 de enero de 2010

EL NUEVO AÑO

¿Quimera, ilusión, sueño?

El nuevo año se presenta ante nosotros como un mago cuya actuación va más rápida que nuestros ojos y de cuya chistera saca todo aquello que creemos nos hará felices. Siempre es el mismo asunto: La felicidad. El año nuevo se presenta dando muestras de felicidad, el nuevo año tiene esa magia del instante que se convierte en certeza porque lo nuevo está por llegar, lo nuevo llega con la última uva... y cuando se han cumplido con los rituales que cada grupo humano prepara para esta ocasión, el nuevo año sube el telón y aparece tan viejo como antes, tan extraño como lo era en otro tiempo, tan triste y cansado de aparentar ser nuevo cada año. 

Y se esfuma la felicidad con las burbujas del cava y el mago se pierde entre las últimas quimeras...sin embargo, el Señor Jesús nos deja un padrenuestro para todos los días del año, un padrenuestro que nos libra de lo supérfluo, un padrenuestro que hace del corazón una morada de Amor y Perdón.

 

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